jueves, 25 de octubre de 2007

Cierta noche ...

Cierta noche, mis sentimientos y concupiscencia sumaron sus fuerzas para traicionar a mi cerebro, lo que provocó la mejor experiencia de mi vida, dentro de un sueño sin precedentes.

Muchas personas huyen o se evaden con el pensamiento, la mayoría lo hacemos a través de los sueños que actúan como válvula de escape de la presión, que genera el trasiego de información a lo largo y ancho en nuestro inmenso mar cerebral.

No obstante, hay sueños inconfesables que gozan de un cáliz extraordinario de realidad. Proporcionándonos, lo que llamaríamos un viaje. Un viaje hacia nuestro interior, hacia nuestros sentimientos más profundos.

Aquella noche no era normal, estaba sufriendo el fruto amargo del amor prohibido. Y mi alma se retorcía en el dolor de mi propia frustración. En un instante, la luz cegadora tapó la oscuridad que me rodeaba, y apareciste tú. Unos ojos me miraban desde allí, y de repente pude discernir tu semblante sonriente. Compartí muchas cosas contigo, nos besamos eternamente bajo el agua, y nos rebozamos en la arena, envueltos en aquella luz que emanabas. Y tú me preguntabas, que si te querría para siempre, a lo que contesté que sí, que en aquel lugar me tendrías, entre el sueño y la vigilia, siempre y cuando no me soltaras de la mano para no olvidarte nunca.

Y aquí sigo en esta noche, esperando coger la mano que me conduzca de nuevo hacia ti, para volver a la arena y a la mar e iluminar mi vida de nuevo, con tu sonrisa y tu abrazo sincero hacia mí y hacia el mundo, que te permita gritar la verdad sin temor, diciendo que me quieres.


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